domingo, 25 de diciembre de 2011

-Puestos a pensar-


En este mundo hay hechos que parecen extraídos del arte surrealista, del teatro Dada o simplemente son hechos absurdos y ridículos.

Hay también en este mundo hechos que a pesar de lo anteriormente escrito parecen sin sentido ni cometido alguno, digo parecen, pero sí tienen sentido y cometido.

Son las paradojas de la historia o si quieren llamarlo de otra manera, son las ironías de la vida.

¿Recuerdan a Francisco de Asís, aquel que por el siglo XII fundó la Orden de los Franciscanos, dándole el visto bueno, no sin reticencias, el papa Inocencio III, astuto político y sanguinario estadista, sin piedad religiosa ni humana alguna?.

Francisco de Asís fundó la orden con la intención de que sus seguidores no tuvieran casa propia, durmiesen dónde les diesen cobijo y comiesen de la mendicidad, la extrema austeridad predicada no era otra que hacer de contrapeso a las riquezas y ambiciones materiales de los papas y dirigentes de la Iglesia Católica.

A la vuelta de un viaje que realizó para convertir al sultán, cosa que no consiguió, pero que el sultán lo escuchó, no sé si con agrado, pero sí con paciencia, se encontró con que sus seguidores habían construido una casa en la que guarecerse, reunirse y vivir. Francisco, que así podemos llamarlo, porque todavía no era santo, montó en cólera, enfadándose con el puñado de seguidores amigos.

El papa Inocencio, que teniendo de todo, nada tenía de inocencia, intervino indicándole que suavizase las normas de sus costumbres y que fundasen conventos, de no ser así, le iba personalmente a partir el báculo en la crisma.

Como era el papa quien se lo ordenó y como Francisco iba camino de Santo, obedeció. Mientras vivió, la orden franciscana fue ejemplo de pobreza y austeridad, todo hay que decirlo, porque él mismo controlaba que eso así se mantuviese. A los dos años de su muerte es canonizado y elevado al grado de santo. A partir de ahora ya se le puede llamar San Francisco de Asís, al igual que también podemos hablar de San Escribá de Balaguer el fundador del Opus Dei, o de San Juan Pablo II y dentro de poco podremos hacerlo también de San Bobama, premiado con el Novel de la Paz, teniendo como únicos méritos ser medio negro el color de su piel, y llevar un mes de presidente de la nación más belicosa del siglo XX y XXI y que además hace méritos para ser digno del premio dejando permanecer tropas en Irak y Afganistan, conquistando Libia, desestabilizando por medios terroristas a Yemen, e intentando su nuevo objetivo que es invadir Irán.

Volviendo al tema que nos ocupa, a la muerte de San Francisco, su mano derecha el hermano Elías, jefe de la orden, abandona la austeridad original, vive a todo lujo y a todo placer. Se dedican a recolectar seguidores para las dos facciones en lucha fratricida entre las dos familias enfrentadas económicamente Güelfos y Gibelinos.

Sí, efectivamente esas familias que están pensando, las de Romeo y Julieta, ¡viva la cultura, aunque venga del cine!.

Siete años después de fallecer San Francisco se funda la Santa Inquisición, también llamada Tribunal del Santo Oficio, teniendo en numerosos países a los franciscanos a la cabeza de la sanguinaria institución.

También hay que añadir, que a la muerte de San Francisco, hombre bueno, bondadoso y de voluntad inquebrantable, una minoría de sus seguidores llamados “Los espirituales” seguían fieles a las costumbres y enseñanzas de su maestro: pobreza, mendicidad y ayuda a los necesitados. Estos fieles seguidores del santo fueron declarados heréticos en el año 1323 por el papa Juan XXII y quemados vivos.

Una personalidad semejante fue la de Francisco Ferrer i Guardia, anarquista de finales del siglo XIX y que murió asesinado por fusilamiento en 1910. Si el antiguo Francisco predicaba la castidad y el celibato religioso, el moderno Francisco predicaba el amor libre, y es que el amor no puede ser de otra manera ni vivir de otro modo que en libertad. Si el antiguo Francisco predicaba la ignorancia y el analfabetismo, el moderno Francisco, creía en la alfabetización, la cultura y construía escuelas.

Si el antiguo Francisco fundó una orden religiosa basada en la pobreza y conseguir un poco de cielo, el moderno Francisco fundó la institución libre de la enseñanza, para que los hijos de obreros y los obreros mismos aprendieran a leer y a escribir, abriendo sus mentes para conseguir un mundo mejor en la tierra.

Si con el antiguo Francisco colaboró su amigo el papa Gregorio IX, con el moderno Francisco colaboró el célebre geógrafo y discípulo de Humbolt, Eliseo Reclus con su libro “El hombre y la tierra” y también Juan Grave con el encantador libro “Las Aventuras de Nono”, recomendable a todos los niños.

Si al antiguo Francisco su discípulo predilecto y superior de la orden, el hermano Elías le salió rana, echando las buenas intenciones de su creador por tierra, al moderno Francisco su discípulo y amigo nombrado albacea de su fortuna personal, para que continuase su apostólica labor de enseñanza, también le salió rana, guardando el dinero para sí.

Si al antiguo Francisco el buen Dios del amor y bondad le proporcionaba fuerzas para acometer entusiastamente su labor, este mismo Dios del amor y bondad le proporcionaba al moderno Francisco renovadas fuerzas para que cada día acometiera con entusiasmo su apostólica labor de traer luz a las oscurecidas mentes de la clase trabajadora.

Si al antiguo Francisco lo santificó la iglesia a los dos años de su muerte, al moderno Francisco, anarquista y perteneciente al a masonería con el grado treinta y tres, lo fusilaron por orden estatal en el castillo de Montjuic.

Si a la muerte del antiguo Francisco proliferan los conventos de la orden por todo Occidente, a la muerte del moderno Francisco se cierran por orden estatal las escuelas de la Institución Libre de la Enseñanza.

Si los espirituales, los fieles seguidores de las enseñanzas del antiguo Francisco fueron declarados herejes y conducidos vivos a la hoguera, a los colaboradores, anarquistas y amigos del moderno Francisco fueron encarcelados, torturados y aplicándoseles a muchos de ellos la ley de fuga.

En este mundo hay hechos que parecen extraídos del arte surrealista, del teatro Dada o simplemente son hechos absurdos y ridículos.

Un funcionario oficinista, que ahora llaman administrativo, un bedel, o lo que antes llamaban conserje, un municipal, un policía, debe examinarse no sólo de la materia específica, sino que además lo examinan sobre la constitución.

A concejales de ayuntamiento, alcaldes, diputados, políticos, presidentes, asesores y cargos de confianza, no los examinan de nada y mucho menos de la Constitución del país que gobiernan.

¡Un rey inculto, no es más que un burro coronado!. Por si el rey Bobón se da por aludido, diré que la cita es de Juan de Salisbury que vivió en el siglo XII, que fue secretario de tres obispos uno de los cuales fue Beckett, llegando el mismo a obispo de Chartres.

Parafraseando la cita de Juan de Salisbury, ¡un político inculto no es más que un burro gobernando!.

En este mundo hay hechos que parecen extraídos del arte surrealista, del teatro Dada, o simplemente son hechos absurdos y ridículos.

sábado, 3 de diciembre de 2011

¡Votad, Votad, Malditos!

A pesar del derecho que graciosamente me ha concedido el Estado, para utilizar las urnas y participar durante un segundo activamente en la sociedad democrática, no he votado y creo que nunca lo haré.

¿Cómo es que no vota? ¿Seguro que es usted un peligroso anarquista disolvente de las instituciones? Preguntará alguno tan cerrado de mente que por tenerla tan cerrada ni le ha entrado ni le ha salido idea alguna.

Señor cerrado de mente, no soy ni peligroso, ni disolvente de nada.  En lo de anarquista, si entendemos por anarquismo al ideal humano de armonía individual con el resto de los individuos que componen la sociedad, y que este individuo carente de egoísmo se entregue a sus semejantes para facilitar su desarrollo físico, mental y espiritual. Debo reconocer con gran tristeza por mi parte, que no soy anarquista, pero sin tristeza alguna, también reconozco que cada día, cada hora de mi vida que pasa, me acerco un poco más a ese ideal.

Pero si usted entiende lo que por anarquismo le hace entender el Estado, pues mire usted, tampoco lo soy. Simplemente no voto.

No crean que no voto por caprichoso resentimiento, ni por hacerme políticamente original, ni por ir contrariamente del resto de la bien pensante ciudadanía. 

Tampoco crean que no voto por rechazar lo que del Estado venga, porque del Estado vienen otras cosas que no rechazo.

Tampoco crean que no voto porque no conozca personalmente a los candidatos al gobierno, ni porque no conozca ni sepa absolutamente nada de los ministros que habrán de formar su gabinete, ni porque no conozca nada tampoco de sus asesores y colaboradores.

Tampoco crean que la razón de que no vote, sea que opine que los candidatos a los puestos políticos, los considere zafios, incultos e ignorantes.

Tampoco crean que no voto porque al pertenecer a un partido me hago por lo tanto partidista o partidario y consecuentemente me creo enemigos.

Tampoco crean que no voto porque los partidos que no estén instalados en el gobierno, es decir, en la oposición, en lugar de colaborar en la gestión gubernamental, la dificultan de las maneras más marrulleras que pueden. 

Tampoco crean que no voto porque mi voto lo considere superior al de los millones de ciudadanos que malgastan sus vidas en estúpidos programas televisivos. Ni mucho menos porque me considere superior a otros millones de ciudadanos cuya energía mental es únicamente empleada en televisados eventos deportivos. 

Tampoco crean que no acudo a las urnas porque mi voto lo considere superior al de los millones de ciudadanos anteriormente mencionados, y a otros millones más que no han leído un libro en su vida. 

Tampoco crean que no voto porque conozca los trucos, mañas y engaños de la demagógica publicidad política. 

Tampoco crean que no voto porque ningún candidato diga en su programa electoral, que la Casa Real recibirá del Estado,  emolumentos que no superarán el salario base del ciudadano. 

Tampoco crean que no voto porque ningún candidato haya mencionado en su programa electoral que el presidente, ministros, colaboradores y asesores cobrarán emolumentos que no habían de superar el salario base.

Tampoco crean que no voto porque ninguno de ellos lleve en su programa algo que prohiba a todo excargo de gobierno pertenecer al consejo de administración de entidades bancarias, empresas privadas o públicas, nacionales o extranjeras durante al menos diez años después de haber finalizado sus legislaturas. 

Tampoco crean que no voto porque ningún candidato diga en su programa que al menos durante diez años no les permitan a los exgobernantes recibir acciones liberadas de empresas, ni compra de estas, soterradas y a bajo coste. 

Tampoco crean que no voto porque a los gobernantes y exgobernantes no se les hace, a ellos y a sus familiares, una exhaustivo seguimiento económico durante los diez años siguientes a sus mandatos.

Tampoco crean que no voto, porque no crea que la democracia actual, heredada de la democracia platónica y aristotélica sean todas igualmente nefastas y basadas en falsas proposiciones silogísticas.

He aquí uno: “Los apóstoles eran doce, Pedro era un apóstol, entonces Pedro es doce”, que no es falso, pero tampoco es verdad. 

Solamente ejercería ese derecho que graciosamente el Estado me ha concedido, si hubiera una ley inderogable, porque no me fío, ya que quienes las hacen con la misma facilidad las anulan y deshacen. Que regulase con letra grande, sin equivoco y sin letra pequeña ni apartado ni epígrafe alguno, dijese: 

“Que todo candidato que durante su mandato no realizase lo prometido en la campaña electoral, fuese condenado sin atenuantes a largos años de prisión por estafa, engaño y robo premeditado al ciudadano, al pueblo, al país, a la nación y a la patria que tanto dice amar”. 

Entonces y sólo entonces votaría. Estoy convencido que no votaré nunca.