viernes, 25 de febrero de 2011

-¡Prohibir es un gran placer!-


Ley antitabaco española: todo aquél que fume en lugares públicos es un delincuente.

El espíritu de esta ley, “Las leyes nunca han tenido espíritu aunque Montesquieu haya escrito lo contrario”, el espíritu de esta ley no es otro, al parecer, que proteger la salud del ciudadano. El estado con su afán protector, educa con prohibiciones y bofetadas económicas, “quien bien te quiere te hará llorar”, “es por tu bien”. Afortunadamente contra la mala costumbre de mandar, se opone la sana costumbre de no obedecer.

Si el espíritu de la ley antitabaco es éste, la intención no es otra que lograr un ahorro para la sanidad estatal en los tratamientos de bronquitis, catarros e hipotéticos carcinomas pulmonares.

Si esta es la intención, muy pronto saldrá de sus despachos una ley antialcohol, en la que se prohibirá consumir bebidas con contenido alcohólico en lugares públicos.

Sabido es la cantidad de accidentes de tráfico que se producen debido al consumo de esta droga, como sabido es el número de muertos, heridos de gravedad y con secuelas irreparables de por vida.

Una ley como esta, evitaría muchas de las riñas, enfados, peleas, maltratos, divorcios y asesinatos en la sacrosanta institución de la familia.

Si esta es la intención de los gobernantes, tendrían que suprimir el consumo de estas bebidas en lugares públicos incluyendo las cafeterías y restaurantes de los edificios oficiales.

¿Se imaginan a un político sin ingerir costosos vinos, o sin ingerir añejos destilados?. Yo no. Como tampoco me imagino un restaurante ofreciendo únicamente agua en su carta para acompañar una fabada, un cordero o los excelentes mariscos gallegos.

La intención no puede ser ésta, porque de serlo, seguidamente extraerían de su magín una ley anticafé.

Sabidos son por todo el mundo los excitantes efectos de esta droga y sus consecuencias sobre el sistema nervioso.

Sin la ingesta de cafeína, desaparecería gran parte del insomnio nacional, las mentes estarían más relajadas y la población tendría una disposición de ánimo más tranquila, contribuyendo a que los ingentes gastos sanitarios en ansiolíticos, tranquilizantes y somníferos disminuyesen en cantidades asombrosas.

¿Se imaginan a políticos y ejecutivos sin ingerir cafeína durante la mañana? Yo no.

¿Se imaginan los restaurantes sin alcohol? Yo no.

¿Se imaginan las cafeterías sin café? Yo no.

¿Se imaginan bares, cafes, pub y resturantes, sin alcohol, sin café y sin tabaco? Yo no.

La imaginación siempre se ha quedado corta ante la surrealista actitud policial, digo, actitud políticosocial. ¿En que estaría yo pensando?.

jueves, 17 de febrero de 2011

-Consecuencias del Fumar-


Los gobernantes españoles del siglo XXI han dictado leyes con penas a todos aquellos que fumen y permitan fumar en locales públicos.

Prohibido está también hacerlo en recintos oficiales, incluyendo el espacio que rodea a los edificios.

Cuando las tropas que acompañaban a los conquistadores de las Américas, volvían al suelo patrio de sus aldeas y pueblos, introducían en la boca algo encendido y al retirarlo, expelian diabolicas columnas de  humo por ella y por las fosas nasales. Tal innovación no podía ser otra cosa que producto del maligno, el diablo tenía que estar necesariamente en ellos. La inquisición y los gobernantes de aquél tiempo, dictaron severísimas leyes con penas de cárcel, torturas e incluso la muerte a quien se atreviese a realizar tal demoníaco acto.

Los gobernantes de hoy, más científicos, más sabios, más cultos y sobre todo más considerados, no pretendiendo emular a sus antecesores, solamente han prohibido con penas de multas pecuniarias y cierre de locales.

La historia se repite con las modificaciones que el tiempo y el avance del conocimiento humano impone. Como se puede apreciar, el avance del tiempo es notorio, cuatrocientos años tardan en pasar ciento cuarenta y seis mil días.

El conocimiento humano por su parte no ha avanzada más allá de la media hora. Si anteriormente la intransigencia era monopolio de inquisidores y hombres de iglesia, hoy en día la intransigencia se encuentra extendida en la mayor parte de la población.

A veces me pregunto, si los gobernantes se han vuelto más religiosos a causa de su deficiente sexualidad, gustándole la mortificación y la imposición de prohibiciones sobre sus cabezas o si se han vuelto inquisitoriales y a consecuencia de ello intransigentes.

Sea como sea, exceptuando algunos hosteleros que han alzado su voz, nadie ha protestado. Los hosteleros que lo han hecho ha sido defendiendo sus EURÍSTICOS ingresos, sus protestas no tenían nada de revolucionaria solidaridad, no nos engañemos.

Al penarse con gravosas multas económicas a los propietarios de cafés y restaurantes donde se hubiese fumado, es por democrática ley, que se multe asimismo a jefes, directores, alcaldes, presidentes autonómicos, si alguien fumase en el recinto de los oficiales edificios que estuviesen bajo su gerencia.

¡Eso es absurdo!. Dirá alguno de ustedes, yo les respondo, que tienen razón, que es un absurdo legal que no se haga.

No, que es un absurdo lo que yo escribo. Volverán a decir.

Por mi parte no responderé, pues jamás he conseguido hacerle ver la tontería a un tonto, siendo peor todavía si este tonto además es ciego.

Cuando imagino un militar con su uniforme, todo uniforme él, por fuera y por dentro, con su mente uniforme y plana como el electrocardiograma de un muerto.

Cuando me lo imagino en los momentos que repara las fuerzas perdidas en su agotador trabajo de segador de vidas, no puedo hacerlo más que con el cigarro en una mano y el alcohol en la otra.

Así es como los presentan en los films USA y así es como yo los imagino, imaginación que me fue corroborada en los años en que mozo y a la fuerza me obligaron a ser como ellos, fumé y bebí como ellos, pero no ejercí de segador de vidas porque aquel año no era de cosecha.

Al prohibirse fumar en los recintos cuartelarios ¿Cómo será la imagen del militar español, fotocopia del militar USA?. Si desea fumar tendrá que salir fuera del recinto cuartelario, lo cual le está totalmente prohibido e ingresaría en los calabozos militares acusado de insubordinación, desacato, deserción y quien sabe si hasta acusado de colaboración con banda armada de cigarrillos.

Si se atreviese por otra parte a fumar en el recinto e infraganti cogiesen al militar delincuente, tendrían además que exigirse responsabilidades penales al general dueño de la plaza así como al pertinente ministro de defensa. Y siguiendo el democrático orden, llegaríamos al presidente y al propietario en jefe que no es otro que el último rey de la monarquía de los bobones.

Los gobernantes españoles han dictado leyes, han dictado semejantes leyes porque se que aburrían.

Es bien sabido que a todos aquellos que se aburran, le crecen las orejas.

domingo, 13 de febrero de 2011

-Ha muerto para seguir Viviendo-


  Por los años 80 la revista Katarsis dedicó varias páginas a los poemas de Manuel Ángel Rodríguez Ferrero, M.A.R. Ferrero, como gustaba firmarlos.
 Para ese número escribí este artículo con el cariño y aprecio que se guarda a un amigo fallecido.

Soy de los que pienso que la única forma de enjuiciar la poesía, es desde un plano puramente subjetivo.

Este autor me gusta por su sensibilidad, por su ritmo, por su temática, por su fuerza expresiva, por su violencia interna: este otro me parece sensiblero, de violencia ruda y gratuita, su filosofía poética no es lo que busco, al menos en estos momentos.

De los poemas, tengo opiniones parecidas. Este poema es de belleza infinita, las figuras que tiene,  llegan como alaridos al corazón, este otro me parece frío.

La opinión de críticos y profesores de literatura es muy distinta a la mía. Claro está también que todavía no he conocido a ningún crítico ni a ningún profesor de literatura que alguna vez tuviesen alma de poeta. Sospecho además que nunca han sabido leer poesía.

M.A.R. Ferrero, Manolín (diminutivo cariñoso con el que le llamábamos), escribía poesía, sin embargo, era consciente de que todavía no era poeta, porque ser poeta no es hacer sólo poemas. Hace años, una noche en mi casa, bien adobados con una botella de Oporto, tomé en mis manos el libro de Samuel Jhonson, “Raselas” y leí como definía al poeta. Por no tenerlo a mano cito de memoria el diálogo entre el joven Raselas y el filósofo: ¿Qué es ser poeta? –preguntó Raselas-. Poeta –le respondió-, es tener conciencia de lo bueno y de lo malo, conocer los límites de uno mismo, comprender el corazón del hombre, saber de sus tristezas y alegrías; poeta es distinguir lo verdadero de lo falso, lo justo de lo injusto; poeta es poseer el misterio del universo, de la muerte y de la vida; poeta es aquel que buscando en el pasado es visionario del futuro; poeta… ¡Basta! –dijo Raselas-. Pasemos a otra cosa, ¡soy príncipe, seré rey, pero jamás podré ser poeta!.

Al acabar de escuchar esto, Manolín estaba emocionado: ese es mi ideal, esa es mi búsqueda, dijo, pero ¿a quien puedo hablarle de esto?, ¿a quién, dime a quién?.

Manolín empezó a escribir poesía con asiduidad a partir de los quince o dieciséis años. Los poemas de esa primera época me parecían horriblemente malos, faltos de ritmo, de fuerza, sin vigor, poseídos de un intimismo soso y aburrido, los poemas de Manolín de esos años no tenían figuras ni contenido enervante alguno. Eran espantosos.

Cada dos o tres meses, me entregaba un montón de folios escritos diciéndome: Dame tu opinión –y mi opinión era siempre la misma-: no me gusta ninguno, pero debes seguir trabajando, y le recomendaba o le regalaba alguno de los primeros libros de poesía que empezaba a comprar.

He de decir que si en esta época Manolín era horrorosamente malo escribiendo poesía, en prosa era un primor; preciso, llano, sencillo, manejaba las descripciones como un autentico maestro. Pero la prosa no le gustaba.

Comenzó a dejar barba y pelo largo, eso por aquel tiempo era delito, pensaban que estabas medio chalado. Los muy cretinos no sabían que eso era pura pose de artista. Hasta tu familia te llevó ala consulta de un psiquiatra. Afortunadamente no todos los psiquiatras son brutos ignorantes, éste, te vio venir, comprendió que querías volar, pero tenías las alas atadas. Te sugirió que viajases, que conocieses otras personas, otros países; te dio la dirección de un hermano suyo que estaba en California, y unos meses más tarde allá ibas, embarcado de camarero hacia Estados Unidos. Antes de irte me haces una visita, te llevas varios libros, entre ellos uno de Sartre "¿Qué es la literatura?". Estuviste en París, Madrid, Barcelona. Volviste con el mismo pelo y las mismas barbas, la gente bien pensante de tu pueblo siguió pensando de ti que estabas medio chalado. 

Claro que nosotros pensábamos de ellos cosas peores.

Me fui de estudiante a Santiago y pasé dos años sin leer nada tuyo, un día me dices poniéndome en las manos un montón de folios mecanografiados y grapados, a ver que te parecen, en la portada, en letras grandes. LIDIA.

Por culpa de los exámenes llevaba mucho tiempo sin leer poesía, así que cogí el libro de Lidia con ganas, aunque a decir verdad sin esperar nada bueno de él. Cuando había leído quince o veinte poemas, cerré el libro de golpe, me quedé viéndolo, lo apoyé en la mesa y fui cogiendo del estante en los días sucesivos a Rilke, Shelly, José Hierro, Bodelaire, Mallarmé, Blake, Neruda, Alberti, Hernández, y el “Tentativas” de Celaya. Una semana más tarde, estaba perfectamente preparado y embebido de buena poesía. Tomé el libro de Lidia en mis manos, lo abrí y comencé a leer con la misma tranquilidad que la tarde se pasea sobre nuestras vidas. Leí el libro de un tirón, volví a releer alguno de los poemas que más me habían gustado.
Luego te escribí un larga carta. Esa misma semana nos vimos, sin decirnos nada nos abrazamos llorando.

Desde que leí “Lidia”, supe que Manolín era uno de los mejores poetas que conocía.

A partir de ese momento, tu escritura, antes sin brío, sin fuerza, era ahora todo figuras, una fuente inagotable de figuras. Cada poema era un cuento, una narración, una historia, una vida. Me asombró la facilidad con que escribías, lo prolífico que eras, la calidad que tenían tus poemas.

Tuviste la época de poemas rockeros, por la temporada que pasaste costo, poemas con que dejarías boquiabiertosheavy y de los rockeros posmodernistas actuales.

Claro está que “Ayatola no me toques la Pirola, “fiesta de los maniquíes”, “me pica un güevo”, etc. Etc., son letras de canciones para bobos, y tu ni eras bobo ni escribías para bobos, ni para los de antes ni para los de ahora. Si alguna vez, músicos del ruido, queréis buenas letras, buscad los poemas rockeros de Manolín.

También hiciste poemas semióticos durante un tiempo, pero te diste cuenta que tú eras poeta, y poeta al modo clásico, de los que escriben, y de los que escriben bien, a los pocos meses dejaste de hacer formas y figuras con las palabras en tus poemas.

Manolín ha escrito numerosos libros de poemas, muchos de los cuales están dispersos. Creo que deberían estar todos reunidos para mayor conocimiento de su obra.

Y no hay mejor albacea que su familia, para su guarda y cuidado.

Le vi escribir a su familia y entre frases,
pensativo, recalcar dibujos difusos sobre
las hojas del recuerdo.
Doblar los sobres del adiós.
Con la lengua
revivir la goma de días pasados y de sellos con
bocetos de reyes incongruentes.
Salir, perezoso al pasillo, meter la carta
en el buzón del olvido y las manos
en el olvido de los bolsillos.
Suspirar hacia lo ignorado y hundirse
por la vida gastada, sin ser viejo.
A veces –padre y madre- acudían con ojos
vidriosos al vidrio
que le separaba de la niñez protegida
para darse cuenta que ya nada les unía al
himen ni a los pechos
de ignorarse carne de entre carne.
En días sucios, de abandono en pendiente
se aligeraba de piel cada vez más arrugada,
más andrajo, lija o caspa
y supo que ser viejo es ser aburrido y gastado
–“Recuerdo que quiero destruir”- dijo,
y brota por el contorno de los segundos que
va pisando.
Ya su mano decía adiós a todo
y morir era doblar el sueño.
                                                                 
                                                                   M.A.R. Ferrero