lunes, 14 de mayo de 2012

-La capacidad de asombrarse-


Hay cosas que todavía asombran. No lo hacen ya los políticos que prometen todo aquello que el electorado desea oír, como tampoco lo hacen cuando no cumplen nada de lo prometido una vez elegidos, como tampoco lo hacen ya, cuando en el acto de toma de posesión del cargo, juran seriamente por su honor, ante dios, ante la virgen, ante el espíritu santo, ante el rey y ante políticos como él y que como él han prometido al electorado lo que no habrán de cumplir.

Estas cosas ya no asombran por lo cotidiano de la costumbre. Pero hay cosas que a pesar de la cotidiana rutina, asombran cuando uno se da cuenta de ellas.

El idioma español se compone de sintaxis, fonética, prosodia… En las clases impartidas en los colegios de esa disciplina a los muchachos, se les enseña, examina y evalúa para que conozcan la estructura gramatical del idioma con el que se comunican.

Curso tras curso, reciben esta enseñanza, incluso en la infancia se les corrigen las onomatopeyas, no es un guau-guau, es un perro, no es un miau-miau, es un gato. El idioma es martilleante amenaza en la cabeza de los alumnos.

Lo asombroso de todo esto, es que después de tanto purismo académico-idiomático, y después de tanta exigencia del profesorado, con suspensos incluidos, estos mismos muchachos escuchan en los programas de radio y televisión, a locutores, presentadores, periodistas y demás farándula comunicativa, hablando en idioma dialectal, que en nada se ajusta a lo estudiado y memorizado en los colegios. Asombra también como los políticos hablan igualmente de esa ignorante manera, confundiendo el sonido linguointerdental de la -c, z-, con el sonido linguoalveolar de la -s-.

Hay cosas que todavía asombran cuando no se ha perdido la capacidad de asombrarse.

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