domingo, 13 de enero de 2013

-Las Vocaciones-


Antiguamente se hablaba de la vocación con respeto, admirando el comportamiento y la valía interna de la persona de quien se hablaba. La vocación se entendía como algo transcendente, que dirían los filósofos, y que para el común de los mortales, era el olvidarse de si mismo para vivir ayudando a los demás. Comportamiento tan poco corriente, más que admirar, maravillaba, un hombre así era considerado como un hombre bueno, un hombre con vocación, ¡un santo!, decían de él a su muerte sin llegar a esperar el visto bueno de la iglesia.

En fin, un hombre de vocación es un hombre bueno, un santo anónimo, pero santo al fin y al cabo.

Las vocaciones se limitaban a algún raro médico a algún raro maestro o a algún rarísimo hombre de religión. Estas raras personas, raras, por pocas, no por ser raras, tenían vocación, es decir, superaban su profesión, que para ellos no era más que un instrumento de solidaria ayuda a sus semejantes.

Esto ocurría antiguamente, hoy en día, como si de progreso técnico o informático se tratase, vocación al parecer la tiene cualquiera y al alcance de cualquiera parece estar.

Hoy en día un profesional de la sanidad lo es por vocación y no porque albergue temores a la enfermedad, también por vocación lo es el profesional de la enseñanza, los abogados, fiscales y jueces lo son por vocación y no porque sus corazones miedosos se protejan tras el conocimiento de las leyes. Igualmente puede decirse que tienen vocación el escritor, el músico, el pintor, el actor, sin dejar atrás al arquitecto, al ingeniero, al cura, al militar, al político y hasta el policía, hablan de vocación.

Todos ellos sienten dentro de sí esa llamada interior que reclama sus vidas para ciertas actividades profesionales, que dicho sea de paso, son profesiones bien remuneradas y socialmente bien consideradas.

No quiero creer que el afán desmedido de dinero, el afán de prestigio social o carencias traumáticas infantiles, sea la auténtica vocación de todos los que dicen que la tienen.

Pero extraño es, por otra parte, y nadie me negará la razón, que no se han encontrado jamás albañiles, marineros, agricultores, carpinteros, repartidores, obreros de fábricas, conductores o mecánicos, que tuviesen vocaciones profesionales.

Antiguamente se hablaba de vocación con respeto, admirando el comportamiento y la valía interna de la persona de quien se habla.

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