sábado, 3 de julio de 2010

-La Educación Estatal-


No quiero una población que piense, quiero bueyes de trabajo. Así respondió un ministro de los últimos años del siglo XIX, a unos delegados obreros anarquistas. El ministro había cerrado por orden suya, varias escuelas gratuitas donde se enseñaba a leer, a escribir y algo de aritmética a los obreros. Los obreros sufragaban todos los gastos.

Este mismo ministro, ante las huelgas y protestas universitarias, ordenó el cierre de la universidad durante dos años, abriendo en su lugar varias escuelas de tauromaquia.

Lutero, el cura que intentó reformar y liberalizar algunos puntos formales de la iglesia católica, a la que pertenecía, fue expulsado de ella por protestar, de ahí proviene el nombre de la iglesia protestante.

Lutero, recomendó a los industriales el descanso dominical obligatorio para sus obreros, así como la creación de escuelas para alfabetizarlos, con la finalidad de que un obrero que supiera leer sería más productivo.

Por supuesto que no se eliminó la palmeta ni los golpes, como tampoco se eliminaron en épocas posteriores, los golpes de varas en piernas, nalgas y manos, o los de la regla de madera en las uñas, ni los coscorrones en la cabeza con los nudillos, ni los pescozones, ni los tirones de orejas de los que sangraban los niños por los frecuentes desgarros del lóbulo, como tampoco desaparecieron los torturantes castigos de permanecer de rodillas durante horas, unas veces con los brazos en cruz, con libros en las manos para mayor sufrimiento, incluso con arenillas debajo de las rodillas para que el dolor fuese más intenso. Ni desaparecieron tampoco el permanecer de pie durante horas o días enteros.

Este era el método pedagógico en las escuelas y colegios estatales y privados. Los eclesiásticos se diferenciaban de los anteriores en el empleo de una sutil pederastia, unas veces manifiesta y práctica, y otras, en que las ostias sin consagrar volaban por las aulas como bandadas de gorriones.

Hasta hace muy poco años, pongamos 1965, y soy generoso, todo colegio español tenía en su entrada un gran letrero esculpido en el tiempo

"LA LETRA CON SANGRE ENTRA"

Tan terrorífica como antipedagógica frase, recordaba aquella del campo de concetración de Auschwitz

"EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES"

Los padres habían sido educados con ese mismo método, método que trasladaban al trato con sus hijos y entre ellos a su vez.

La amenaza, los golpes, las palizas y en definitiva el temor, era el mejor método pedagógico para una buena educación.

Desde hace unos años estas formas represivas no han desaparecido han variado de forma, adaptándose a las exigencias de los democráticos tiempos en que vivimos.

Describirlas, es un curioso material que reservaré para una próximo artículo.

Los profesores, atizaban y torturaban a los niños y adolescentes a placer, nunca mejor dicho, a la par que sentenciaban, la letra con sangre entra. En las familias les atizaban de lo lindo a la par que sentenciaban

"EL QUE BIEN TE QUIERE DE HARÁ LLORAR"

Policía, guardia civil y carceleros de prisiones, tenían licencia 006 y con demasiada frecuencia licencia 007.

Con toda esta educación estatal y socialmente proyectada a lo largo de tantas generaciones, no entiendo por qué se escandalizan las autoridades. No entiendo por qué se escandalizan jueces y fiscales, que jamás condenaron o acusaron a torturadores oficiales y maltratadores funcionarios o a pederastas eclesiásticos.

No entiendo por qué se escandalizan los políticos, cuando ellos han sido los artífices y los encargados de reproducir el método educativo.

Qué comportamiento esperan de nosotros, con respeto a nuestros hijos y a nuestros semejantes, si nos han enseñado que las bofetadas son las más eficaces formas de razonamiento.

Qué comportamiento esperamos nosotros de las autoridades, si ellos fueron a su vez educados con ese mismo método. Nos han educado en la violencia y esa misma violencia reproducimos.

No quiero una población que piense, quiero bueyes de trabajo. Pudiendo añadir, y de estúpidos consumidores.

Lo han conseguido, tengo que reconocer, que lo han conseguido.

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