lunes, 16 de mayo de 2011

-He conocido a un señor…-


Comprender el comportamiento humano es difícil sino se entiende su psiquismo, pero conocer su comportamiento es fácil, para ello no es necesario más que un poco de observación en el trato.

He conocido a un señor, que gustaba tanto de su nuevo automóvil, que únicamente lo utilizaba en las festividades. El señor murió de viejo y el automóvil aparcado en su garaje poseía una eterna juventud.

He conocido a otro señor que tenía un jamón. El jamón le duró diez años.

He conocido a otro señor que gustaba tanto de su dinero que toda su vida la pasó, cual hormiga, acumulando dinero en los bancos. Se murió sin gastarlo. Este fue su epitafio ¡AQUÍ YACE EL MAS RICO DEL CEMENTERIO”.

He conocido a otro señor que gustaba tanto de algunos de sus mejores trajes, que en las ocasiones especiales eran los únicos días que éstos abandonaban el armario. El señor falleció y las anticuadas ropas estaban como nuevas.

He conocido a otro señor que gustaba tanto de la vida que no queriendo gastarla, la guardaba celosamente. El señor murió sin vivir, únicamente había respirado.

He conocido a otro señor cuya proverbial tacañería le produjo un estreñimiento crónico, que a su vez, por medio de un cáncer de colon le ahorró muchos años de vida.

He conocido a otro señor que tenía tanto miedo, que no atreviéndose a amar, murió sin amar y sin amor, pero poseyendo mucho miedo.

He conocido a otro señor que, … Pero no quiero cansarles escribiéndoles de señores que he conocido, porque estoy seguro que han conocido ustedes a señores semejantes a los mencionados. Y es que las naciones para ser naciones, deben tener además de territorio, ejército, policía, políticos, funcionarios, televisión, cárceles y leyes, deben tener sobre todo una ideología o religión que les hable del espíritu.

Pues bien, todos los habitantes de estas naciones, salvando alguna rara excepción, únicamente se interesan por lo material, y nada les preocupa lo espiritual. Los más espirituales de ellos, a lo sumo, relacionan la espiritualidad con el miedo a la muerte o con la cultura y ésta última, con la propiedad de valiosos cuadros, con la propiedad de costosas y arquitectónicas casas y con vistosos espectáculos musicales, danza u operísticas.

He conocido a señores así y de otros tipos más.

De señoras no puedo hablar, he conocido muy pocas, no porque no fuese mi deseo conocerlas, es que no he sido merecedor de su atención. Pero estoy seguro que ustedes sí. No me cuenten su opinión. Prefiero no saberla.

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