viernes, 26 de noviembre de 2010

-Los Lectuerdos-


Cada vez encuentro menos personas con quien pueda mantener una conversación. No me refiero a soltar sonidos articulados sin lógica alguna durante horas, a eso se le llama hablar. Hablar no significa que necesariamente se estén expresando ideas y pensamientos. Comúnmente hablar no es otra cosa que soltar la lengua a pacer.

Al entablar una conversación, que no tiene porque tratar de los rayos ultravioletas y su incidencia en los melanomas, conversación que solamente les interesa a los profesionales del sector médico o a los aquejados de la enfermedad. Al entablar una conversación con un tema sea éste el que sea, lo que la convierte interesante, no es el tema en sí, sino la forma de tratarlo. Por este motivo, es fundamental escoger los conversadores. Un buen conversador no es el que habla sin parar, a lo sumo es un hablador, el que no habla y solamente escucha, a lo sumo es un escuchador. Un buen conversador se expresa con lenguaje certero, exponiendo sus ideas por medio de lógicos razonamientos, escuchando a su vez con atención los razonamientos ajenos, que acepta, rebate o perfecciona con un razonamiento añadido.

Conversaciones así, son la delicia de una mente cultivada, de un espíritu que busca el conocimiento para sí y para otros. Estos conversadores, son personas de calidad que anteriormente han pasado años leyendo y reflexionando sobre los más variados temas. A la hora de hablar tienen referencias, lo que exponen lo hacen con claridad y sencillez, al escucharlos todo nos parece fácil y sencillo. Nada hay tan sencillo como un trozo de pan, si no se tiene en cuenta el trabajo de la siembra del trigo, su cosecha, su molienda y finalmente su elaboración. Detrás de un buen conversador hay muchos años de ocultas conversaciones con los libros. Un buen conversador ha tenido que pasarse gran parte de su vida leyendo, o gran parte de su vida reflexionado, para poder expresar algo con una mínima coherencia.

¿Cuantas personas conocemos que practiquen el sano y diario ejercicio de la lectura?, a buen seguro que muy pocas, y menos conoceremos que practiquen la reflexión. Muchos leerán libros de moda, para esas personas la lectura es entretenimiento, otra forma más de matar su tiempo, como si éste les sobrase.

Otras leen por aburrimiento, aburrirse es no saber estar a solas con uno mismo, el que se aburre y lee porque se aburre, necesariamente se aburra, no le crecen las orejas, es cierto, pero con frecuencia cuando habla rebuzna.

Hay quien es habilidoso estratega, da un vistazo a la contraportada del libro o lee una recensión en un periódico. Estos habilidosos habladores, llaman a los autores por su nombre de pila y no por sus conocidos apellidos. Don Miguel, refiriéndose a Unamuno o a Cervantes, como si tratándolos con esta pedante familiaridad fuesen más suyos y nada de los otros.

Hago la aclaración, el nombre de pila, es el nombre que el sacerdote ponía a los niños en la pila del bautismo.

Hay lectores de cama, son aquellos que indolentemente recostados, indolentemente reciben la novela recomendada por la emisora de radio. Una voz anónima les dice, mientras conduciendo su auto se dirigen a sus trabajos -El libro recomendado para este mes a todos nuestros oyentes es “Dos más uno son tres”.

Están los lectores de la prensa, estos suelen ser funcionarios. Durante sus duras jornadas matinales repasan uno o dos periódicos durante la larguísima media hora del café. También están los lectores dominicales, estos últimos son inconfundibles, al principio me sorprendía ver los domingos por la mañana personas en chandal -¡Que bien, que sana costumbre!- me decía, después de una vida sedentaria, el ejercicio aunque sea el domingo es un cosa excelente. La realidad era muy otra, se dirigían de esa guisa al quiosco más cercano y en lugar de pesas y mancuernas, transportaban bajo el brazo una pila de periódicos con sus respectivos suplementos. Que aspecto de seriedad sus caras, que reconcentrados sus rostros, todos ellos son la imagen del perfecto intelectual.

Cada vez encuentro menos personas con quien pueda mantener una conversación. No me refiere a soltar sonidos articulados sin lógica alguna durante horas, a eso se le llama hablar. Comúnmente hablar no es otra cosa que soltar la lengua a pacer.

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