martes, 21 de junio de 2011

-La Enfermedad-


Hoy en día la enfermedad es ocultada en hospitales, porque nadie sabe ya cuidar a un familiar enfermo, atreviéndome a asegurar que nadie sabe ya cuidarse a sí mismo.

Todo lo referente a la salud ha sido desviado a profesionales. 

Conforme hay todo poderosos profesionales de la salud del alma, como sacerdotes y psicólogos, existen igualmente todopoderosos profesionales de la salud física. Si los primeros terminan sus palabras en latines, los segundos con terminológica jerga profesional. En ambos casos incomprensible para el doliente enfermo, “Divinas Palabras” como escribió Valle Inclán.

Con todos estos hechos han logrado hacer creer al ciudadano, que nada sabe de su cuerpo, que nada sabe de sus dolencias y de sus enfermedades, que sólo los profesionales con su maquinaria hospitalaria y sus radiactivos Fusikinazos, son los que únicamente saben de la salud y de la enfermedad.

La población educada en esta creencia ha sido reducida a un estúpido comportamiento, que ha hecho que dependan de estos profesionales hasta para un simple resfriado.

Ante un resfriado, un catarro, una afección de garganta, nada hay mejor ni más efectivo que guardar unos días de cama. Pero como el tiempo es oro para el empresario, antibióticos y antiinflamatorios ponen al más doliente de los enfermos trabajando al día siguiente. ¡Que admirable progreso! Dirán algunos, que barbaridad les respondo yo. El intestino barrido de su flora intestinal, depositándose toxinas en el cartílago óseo de los niños, dificultará su posterior crecimiento, machacarán el hígado y disminuirán las naturales defensas del organismo.

Curan rápidamente una dolencia y sientan las bases para diez más en un futuro. Cuando a Víctor de Aveyron, conocido como el niño salvaje, después de obligarle a bañarse repetidamente con agua caliente y a utilizar ropas, enfermó, sintió la debilidad y la dependencia por primera vez en su vida.

El doctor Itard que lo cuidaba exclamó orgulloso ¡Ya es nuestro, hemos vencido a la naturaleza!.

El reposo en la cama, sin comer, porque el cuerpo enfermo no desea ni necesita comida, sino reposo total, incluyendo los órganos, sudando y depurándose de las toxinas. Es el mejor remedio para recuperar la salud perdida. Las enfermedades leves, son la antesala de las grandes.

Hacer caso omiso de estas advertencias naturales de nuestro cuerpo y no procurarles remedio de una manera acorde con la naturaleza es dejarse llevar por la comodidad, por el que a mi que todo me lo hagan, que el estado todo me lo haga, que como gran Dios terrenal se encargue de facilitármelo todo, renunciando el ciudadano voluntariamente a su externa libertad e interna también, pues ambas van indisolublemente unidas.

Por ese motivo, los mecanismos del estado intentan ocultar al ciudadano todo aquello que pueda preocuparle de una manera directa, creando a su alrededor un maravilloso porque infantil para adultos.

Hoy en día ya nadie sabe cuidar a un familiar enfermo, atreviéndome a asegurar que ya nadie sabe cuidarse a sí mismo.

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